No son de curso legal, pero llegaron a la escena con la idea de hacer la sociedad más justa y, aunque no hay cifras oficiales, parece que hay unos 200 en todo el país. Se trata de las monedas «locales» o «sociales», un método de pago alternativo al euro o incluso complementario.
Esta semana la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, ha anunciado que tiene previsto cumplir su compromiso electoral de introducir una en la ciudad. Tras un proyecto piloto, se aplicará definitivamente en 2019. Hasta ahora no se sabe si será una moneda virtual o física, cómo se llamará o cómo se utilizará, aunque el alcalde ha indicado que podría utilizarse para pagar subvenciones o microcréditos, parte de los sueldos de los funcionarios o pagar las facturas de los proveedores. Su objetivo, sin embargo, es claro: «Apoyar a las empresas locales y asegurar que la riqueza y el empleo permanezcan en la ciudad».
Otra ciudad de Cataluña, Santa Coloma de Gramenet, ya está preparando una moneda similar que entrará en circulación el próximo año «para canalizar el gasto público». Una vez más, el objetivo es impulsar los negocios locales y desarrollar una sociedad más social.
Para implicar a la población local, el ayuntamiento ha puesto en marcha una campaña para dar nombre a la moneda: el ganador recibirá un cheque equivalente a 500 euros para gastar en las empresas que participen en el proyecto. Lo que es inusual es que esta ciudad haya recibido una subvención de algo más de 130.000 euros de la UE para establecer este sistema de pago complementario.
La asociación de la pequeña y mediana empresa de Cataluña, Pimec, se muestra escéptica ante estos proyectos. «No estamos en su contra, porque todo lo que ayuda a los negocios locales es bueno, pero no los vemos como algo maravilloso», explica Álex Goñi, presidente de Pimec Comercio. También le preocupa la legalidad de que los funcionarios públicos tengan que recibir parte de su salario de esta forma.
De hecho, en España se utilizan decenas de monedas locales, aunque con menos apoyo administrativo que en estos dos casos. Por lo general, no son dinero físico; funcionan en forma de libros en los que se anotan los ingresos' y
gastos’.
El más antiguo es el’zoquito’, que se utiliza en Jerez de la Frontera desde hace casi una década. Era la idea de una joven japonesa que vivía en la ciudad y conocía planes similares en su propio país.
«Comenzó en 2007, pero no se debió a la crisis. Tiene un valor ideológico que puede ayudar a mejorar la sociedad», dice Javier Saborido, coordinador de la conferencia nacional sobre dinero local que tendrá lugar en Jerez el año que viene. En la actualidad, este dinero virtual tiene entre 80 y 90 usuarios, aunque hasta 200 personas lo han utilizado. Es igual a un euro, pero los que están detrás del plan prefieren decir que equivale a una taza de café.
La res' y la
turuta’.
El dinero local más popular se encuentra en Cataluña, en Gerona, donde la «res», que se creó hace casi 20 años en Bélgica, comenzó a utilizarse en 2012. Actualmente es utilizado por más de 500 tiendas y alrededor de 1.000 usuarios. En la localidad de Vilanova i la Geltrú, otra iniciativa es utilizada por 350 personas y 35 comercios. Se llama la’turuta’, y comenzó en 2010 a petición de un grupo de residentes locales. El’henar’, el dinero que comenzó en Alcalá de Henares el año pasado, ya tiene una aplicación y 200 usuarios, y en el País Vasco hay monedas locales como el’ekhi’ y el’txantxi’.
En el resto de España se pueden encontrar arquitos',
oliva’, chavico', el
camaleón’, espronceda',
salero’, mora', y
canicarana’. Se trata de iniciativas de menor envergadura, pero cada vez son más populares.